Verá, Doña Lola, yo entiendo que para usted –a quien
la Guerra Civil le hurtó la posibilidad de tener una formación académica-
es difícil entender qué fue lo que sucedió con Bankia. Pues yo le contaré lo
que creo que ha pasado.
Tras la burbuja inmobiliaria de las épocas de bonanza
en las que, tanto Aznar en su último mandato, como Zapatero en el primero, se
vieron directamente implicados a partir del año 2000, comienza a fermentar el
problema. Y hasta el 2008, los bancos continuaban concediendo créditos
hipotecarios hasta a quien tenía un trabajo como canguro de los hijos de la
vecina. Eso sí, establecían como condición intereses desorbitados
para compensar las probables –y a la postre inminentes- pérdidas que la poca
estabilidad económica de los deudores vaticinaba. Este es el origen de las
entidades financieras malas, enfermas, de los activos tóxicos y de la
profunda situación de crisis financiera en la que está sumida la economía
española. Ante la negativa del gobierno a admitir la coyuntura adversa
-ocultando la situación de las cajas de ahorros a los tests de stress del
sector bancarios, esto profundiza.
Una vez que la situación se hace insostenible porque
salen a la luz los informes correspondientes al estado de las cajas, se decide
bancarizar el sector, lo que me hace sospechar que se opta por crear entidades
destinadas a acabar reuniendo los "activos tóxicos" o lo que es lo
mismo, paquetes de créditos incobrables -tanto a particulares como a empresas e
incluso entidades públicas. No es difícil imaginar que es entonces
cuando el sistema financiero comienza a tambalearse.
En el marco de esta operación de -presunto-
salvamento del sistema, se busca la fusión de las Cajas de Ahorros en situación
crítica, para modificar sus estatutos, convertirlas en bancos y permitir la
inyección de dinero a través del acceso de accionistas. Así surgen CaixaBank,
Novagalicia Banco, y -como no- “Bankia”. Esta proviene de la fusión fría
de siete entidades controlada por Caja Madrid en el 2010. Bankia se establece
sin problemas en la sociedad y sale a bolsa, recibiendo el dinero de miles de
ahorradores españoles, que confían en la liquidez y solvencia de la entidad.
Pues bien, aquí llega el problema. Dos años después se
anuncia que este banco necesitará ayuda del Estado para solventar los
“huecos” financieros que la crisis inmobiliaria dejó en el país durante los
últimos cuatro años. Dimisión del presidente (Rodrigo
Rato -Exministro de Economía y Hacienda con Aznar y exdirector gerente del
F.M.I.) por aquí, cesión del poder a Goirigolzarri por allá y, sin comerlo
ni beberlo, tenemos a Bankia nacionalizada.
No se piden responsabilidades ni opinión, ni siquiera
permiso, y la sociedad, sin trabajo, y con sus derechos principales –como la
educación o la sanidad- sufriendo recortes a pasos agigantados, empieza a
preguntarse qué ha pasado y por qué se ha invertido un dinero público en el
rescate de una empresa privada.
Se pseudo-justifican las inversiones, se piden planes
de reestructuración y se procura que se olvide el tema. Pero la gente está
enfadada y le da igual que las acciones de Bankia caigan –que lo hicieron-, o
que Rato “sólo” cobre 1,2 millones de euros de indemnización –que lo hizo-. La
gente quiere entender, ¿verdad? Y, realmente, no entendemos. Porque esta vez no
es culpa del pueblo, ni siquiera de los medios de comunicación –que siempre son
los que la tienen-. Esta vez no hay culpa. Desaparecen las responsabilidades
morales y no se ofrecen datos verídicos de la situación del sector financiero que
trae de cabeza a la opinión pública.
No puede ni imaginarse cuántas páginas he tenido que
consultar, cuántos periódicos he tenido que leer y cuántos telediarios he
tenido que escuchar -de cadenas distintas y con diversas preferencias
políticas- para poder trazarle así, a usted, a grandes rasgos, sólo con
matices, qué está pasando. Y –hablando un poco en plata- resulta injusto, ¿no
cree? Nos han envuelto en esta red de bancos, impuestos y deudas sin
explicarnos nunca el porqué. Simplemente esperan que lo acates, porque usan una
palabrería compleja, llena de números y sufijos griegos. Y lo acatamos, ¿no es
cierto? Nos hemos limitado a cuchichear en voz baja, temerosos de ser demasiado
ignorantes como para llevar razón.
Eso es lo
que está pasando en España, Doña Lola, ¿se lo puede creer?