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jueves, 20 de agosto de 2015

Dame los besos más tristes esta noche

No quiero ningún gramo
que no sea de tu cuerpo

(Rulo y la Contrabanda, Señales de humo)

Dadme un punto de apoyo y moveré el mundo. 
Dadme agua y os entregaré vino.
Dadme la realidad y os devolveré magia.
Dadme una aguja y tejeré su nombre.
Dadme migas de pan y crearé estrellas.
Dadme un suspiro y escucharéis mis gemidos.
Dadme su llanto y escribiré poesía.
Dadme un segundo y mataré el tiempo.



Dame la vida que te queda y prometo gastarla en caricias en tu espalda.

lunes, 17 de agosto de 2015

Nunca fue primavera



Hay mujeres que buscan deseo y encuentran piedad;
hay mujeres atadas de manos y pies al olvido;
hay mujeres que huyen perseguidas por su soledad.



(Joaquín Sabina, Esta boca es mía)



Era piernas largas y miradas tristes, era pupilas de algodón y algodón en las entrañas. Era todo caramelo; caramelo amargo y chocolate caducado. Se olvidaba la vida en cada esquina y recordaba lo que nunca pasó. Y lo añoraba. Sentía siempre sus palabras en la garganta, escondidas tras la cobardía ante el rechazo y el miedo al olvido; el pánico al viento que mecía su pelo y ahogaba su risa. Era manos de alquitrán, oscuras por la sombra de sus bolsillos y el frío del invierno que no deja curar las heridas de la primavera; ni las de sus amores de verano. Era melancolía y gracia en una misma palabra, y en un mismo suspiro. Era ayer y hoy juntos en el mañana que nunca llegaba, que envolvía sus sueños imposibles, que se amoldaba a futuros lejanos de promesas pueriles que no pensaba cumplir. Era temor. Temor a recordar el miedo los domingos por la noche. Temor a las despedidas ingratas que se dan la mano mirándose a los ojos; que prometen recordarse -y revivirse, y reencontrarse- y que se olvidan con el primer punto y seguido. Era gritos en silencio; cuerdas vocales tensas que no vibran, que sólo se lamentan y que sólo escuchan. Un acento diacrítico. Y siente la vida pasar sin decir nada; solo gemidos. Era tango y era ritmo; era pasos cortos de bailes de verbena. Y saltos sobre sus tacones y saltos de página. Era tiempo muerto y prórroga, era un strike; un tiro libre, un fuera de juego. Era libros de poesía y poesía de la calle. Pintadas en las paredes y noches de alcohol. Era amaneceres borrachos y jeringuillas en la acera.  

Era vida. Era Rocío. Era Soledad. No era Consuelo, era Magdalena. Era la misma que lloraba hasta quedarse dormida. 

Y una noche, tanto lloró aquella noche, que en sueños decidió no despertar nunca.


lunes, 15 de junio de 2015

La impaciencia de mis ojos que te siguen

De dónde sale el sol
y de qué se esconde

- Segundo movimiento: Lo de fuera
(Extremoduro, La ley innata)



La angustia de sentir tu nombre sin pensarlo, y pensarlo sin querer.
El dolor de oír tus suspiros sin entenderlos, y entenderlos sin llorar.
El tormento de tantear tu respiración sin acariciarte, y acariciarte sólo en sueños.
El desconsuelo de escuchar tu risa sin olvidarte, y caer en el olvido.
El odio de sonreír a tus sonrisa sin besarte, y no besarte nunca.
La pena de mirarte sin tenerte, y tenerte sin un mañana. 


La realidad de no saber qué escribir, y escribir sin pretenderlo.